lunes, 21 de marzo de 2011

Por la calle del desengaño

Andrés Manuel: las posibilidades de una primavera.
Por René González

Este no ha sido un domingo cualquiera, es el llamamiento a una nueva primavera en la historia de los grandes cambios de la Patria.

De un lado la autista correlación de fuerzas de una burocracia que languidece adentro de una cajita de cerillos, así de pequeña es su mira, cascarón hueco de intereses mezquinos, cabe en el bolsillo de la oligarquía. Es tan chiquita su perspectiva…

Del otro, la esperanza que no tiene precio.

De un lado el cochupo, el amarre, la macoña, la intriga, el puñal por la espalda al compañero, la traición del supuesto aliado y la vieja política anunciada con gran cinismo como “nueva” y de “izquierda.”

Del otro, la indomable capacidad de un pueblo de transformar su realidad en beneficio colectivo, desde abajo y entre todos.

No creo en el falso puritanismo político, es lo más humano cometer errores o equivocarse en determinadas decisiones. En cambio, sí creo en la primavera como la posibilidad de desprenderse de lo marchito, de lo inútil, de renovarse, de evolucionar a otra etapa.

Se pueden tomar malas decisiones en algunas situaciones, pero hay momentos en que se exige la mayor claridad y por ende tener un análisis profundo para tomar una definición que puede tener consecuencias históricas.

La actual no es una coyuntura cualquiera, es la posibilidad de un nuevo ciclo histórico para México: quien se oponga será rebasado por los anhelos de un pueblo cansado de la infinita explotación.

Y en la hora de las definiciones, sin titubeos, con alegría y al ritmo de MORENA, en el Auditorio Nacional miles decimos: Vamos con Andrés Manuel López Obrador, porque representa la única esperanza de una vida digna para millones de mexicanos, y porque él también -sin palabras suaves ni medias tintas- está dispuesto a enfrentar a los responsables de la tragedia nacional.

Este domingo que anuncia una primavera de las conciencias, el Auditorio Nacional funge como un ágora griego, todos conectados por una voluntad transformadora desde la última fila de las gradas hasta el presidium, y cuando mujeres y hombres libres se unen por un fin común -con tal claridad en sus ojos de lo que hay que hacer-, no hay quien los detenga. Eso se sentía en el recinto, con este acto se ha conseguido la primera gran victoria: la de la ética política ante la oligarquía y sus esquiroles.

“No puede haber economía ni política sin ética”, ha dicho Héctor Díaz Polanco durante la presentación del Nuevo Proyecto de Nación, y es ahí dónde radica la fortaleza del movimiento, la recuperación de la ética en la vida pública ante la descomposición moral prevaleciente. Y la ética como decidir bien en conciencia y libertad. Recordamos también la obra de Adolfo Sánchez Vázquez y Enrique Dussel como edificadores de los significados de la ética en México, una rama de la filosofía.

Los aplausos de quienes abarrotan el recinto interrumpen con gran animo cada frase de los grandes pensadores mexicanos que presentaron el proyecto, y ahí está la primavera del siglo XXI: en su mayoría son personas que hace unos días estaban en su casa, desesperados y desamparados por la crisis, por la falta de empleo, por la madre que abandonó a sus hijos con la abuela, por el hermano que se volvió delincuente, por el joven que dejó la escuela por razones económicas, por el adulto mayor que se quedó sólo y discapacitado, por el padre despedido injustamente, por el amigo que emigró a Estados Unidos y nunca nadie supo más de él y por todas las historias de opresión y humillación de quienes antes no tenían a quien acudir y ahora tienen la encomienda titánica de salvar a México.

Ahora son ellos mismos, ellos y nadie más los protagonistas del cambio, del cambio verdadero y no de la simulación de las élites llamada alternancia. Somos nosotros, dependemos sólo de nosotros.

Ya lo dijo Armando Bartra: el Nuevo Proyecto surgió del pueblo, de su infinita paciencia y sabiduría. Es el pulso del pueblo, es el sentido común. Es una Patria que hurga su pasado cultural luminoso y se niega a morir. Es un pueblo que no quiere el regreso de Salinas y Santa Anna, y tampoco más guerra estúpida del gobierno espurio.

Y el Nuevo Proyecto de Nación es radical, orgullosamente radical, pues busca ir a la raíz de los problemas. No es para burocracias temerosas, ni para quienes sólo buscan mantener sus cuotas y privilegios, y por eso es la mezcla de principios, organización y dirección política.

Es un honor estar al lado de intelectuales como Víctor Flores Olea, quien ha dicho contundentemente: ¡el mercado es para la sociedad y no la sociedad para el mercado!” Tan puntual y verdadera afirmación, que resume las dos concepciones que están en juego, la de los neoliberales y la nuestra. En el país de las desigualdades, nuestra izquierda debe luchar por reducir las desigualdades y no por ampliarlas como pretende la oligarquía y el status vigente.

Y miles observan desde las pantallas, el cupo del Auditorio fue insuficiente, que esperar si incluso el Zócalo nos ha quedado chico, vaya un reconocimiento fraterno para aquellos que no pudieron entrar, y bajo el sol de la mañana aguantaron a pie firme, para escuchar con mucha atención la palabra de los oradores.
La palabra del pensamiento comprometido con el cambio social, que diferente esta palabra honesta a la estulticia de un “Secretario de Educación” que ha dicho que la educación está en las telenovelas.

Por cierto hablando de medios de comunicación: “Si Carlos Slim, como cualquier otro ciudadano, quiere tener un canal de televisión, no tendrá problemas, porque queremos que no sólo haya dos televisoras que acaparen toda la audiencia sino 10, 20, las que sean técnicamente posibles. De la misma forma, si Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas Pliego o cualquier otro empresario desea participar en la telefonía, podrá hacerlo, porque no debe haber, bajo ninguna consideración, monopolios.” Ha dicho Andrés Manuel López Obrador, en un discurso que refleja congruencia y sobre todo esboza la idea de República, dónde el gobierno emana y se debe al pueblo, y a su vez se respetan y garantizan las libertades.

Quien sino Andrés Manuel podría enviar este mensaje a Slim, Azcárraga y Salinas Pliego, nadie, porque sólo Andrés Manuel no tiene compromisos con tal o cuál facción de la oligarquía.

¿Dónde estabas tú este domingo de primavera?

Y no me refiero a la ubicación en un espacio físico, es inobjetable que los millones de ciudadanos comprometidos con el movimiento en el país y la ciudad de México no cabrían en el Auditorio Nacional, y la mayoría tiene dificultades para transportarse por sus propios medios desde localidades recónditas.

Me refiero a la definición política que hay que tomar desde ya, las camarillas que en otras épocas sólo se miraron al ombligo hoy no existen, recordemos las burocracias que se negaron a entrar al PRD y pactaron con Salinas después del triunfo del Frente Democrático Nacional en 1988. Se fueron al basurero de la historia.

¿Dónde estabas tú? Es una cita con la historia, la lucha por la felicidad, el amor y la fraternidad. ¿Dónde estarás tú?

Nos dirán idealistas, locos, mesiánicos, principistas, pero nunca nos dirán traidores a su propia Patria, cuando el país estaba al borde del despeñadero (o del despeñanieto), si podremos decir a nuestros hijos y amigos que hubo quienes nos organizamos para no permitirlo. Con mucho amor vamos a ganar.

¿Dónde estarás tú? Fraternamente te lo digo: se que estarás con nosotros.

* Por la calle del desengaño es el nombre de esta columna semanal que escribo en Facebook.
subrana@hotmail.com