viernes, 10 de julio de 2009

Cinco apuntes del 5 de julio




El PRD ha sido construido a base de ideas progresistas,
sangre y dolor de sus militantes
y no lo dejaremos en manos de burócratas.



I. Iztapalapa: la batalla que cambiará el curso de la guerra.
El Tribunal Electoral fallido y René Arce pronto serán llamados a cuentas. El Tribunal ya recibió una lección de la ciudadanía, aunque no se descarta otra desesperada maniobra de La Mafia.
René Arce podría comparecer si se revisa el verdadero cochinero en Iztapalapa, no sólo el cochinero electoral de Nueva Izquierda, sino de las cuentas públicas de nuevo años de gobiernos delegacionales "en familia", del propio Arce, su hermano Cirigo, su ex chofer Horacio Meza, y de la frustrada candidatura de Silvia Oliva, por cierto esposa de Arce.
Revisar las finanzas públicas de los últimos tres gobiernos delegacionales en Iztapalapa debe ser una premisa de la nueva mayoría en la ALDF, mayoría de Izquierda Unida y una demanda del movimiento democrático. ¿Cuántos fondos desviados, cuántos aviadores, cuántos padrones sociales utilizados clientelarmente, cuántas corruptelas?
Objeto de mofa y escarnio de los medios masivos de comunicación, de las plumas pagadas, y de los políticos más oportunistas fue Andrés Manuel López Obrador, por su estrategia para revertir la decisión del TEPJF, y hacer valer la decisión del pueblo de llevar a Clara Brugada a la jefatura delegacional, fue otra campaña de linchamiento sin miramientos.
Bastaron dos semanas y una gira de AMLO en el territorio para revertir la asonada. Por eso Iztapalapa significa la batalla que cambió el curso de la guerra, pues la disciplina y organización del movimiento de resistencia ha mostrado un alto grado de efectividad, y es una clara señal en la ruta al 2012. La definición es ahora y sólo el liderazgo de López Obrador fundado en una exitosa política social puede devolver a la ciudadanía la opción de transformar el país.
AMLO no hizo campaña por el PRD de Jesús Ortega y a la vista están los resultados, nunca más los Chuchos podrán lucrar con un movimiento que los rebasa políticamente. La lección es radical, el PRD de los Chuchos es un cascaron hueco, y hasta lastimero.
El PRD de AMLO logró la primera fuerza en 2006, el PRD de AMLO en las intermedias de 1997 obtuvo 15% más votos que el PRD de los Chuchos de 2009. En las intermedias de 1997 el PRD dirigido por AMLO obtuvo 26% de los votos.
El PT apoyado por AMLO, en una decisión obligada por las circunstancias obtuvo Iztapalapa, y este es un laboratorio porque la verdad no los necesitamos, los Chuchos son un lastre para el movimiento democrático. Aunque tampoco les vamos a dejar el PRD.

II. Ortega: los peores resultados para el PRD desde 1991.
Jesús Ortega debe renunciar a la Presidencia del PRD a la que arribó por un fraude electoral y apoyado con recursos públicos por el gobierno espurio.
La carencia de legitimidad para dirigir el partido, la posición colaboracionista y corrompida, la visión de comparsa a ultranza, la mediocridad de una figura gris que invirtió los tiempos oficiales del PRD en televisión solo para auto promoverse, la labor de zapa contra el movimiento de resistencia, la negociación de prebendas y recursos del gobierno federal a favor de los gobiernos de su corriente cediendo principios, la obsesión por hacer del PRD un satélite de la oligarquía, y otras condiciones inherentes a los Chuchos, han devuelto al PRD a los tiempos del PST.
Los magros resultados electorales de Ortega son los peores desde la fundación del PRD, desde el 8% en 1991 en el contexto de la pretensión salinista de aniquilar a Cuauhtémoc Cárdenas. En 1991 había militancia heroica, principios, y perspectivas; no había recursos, spots, ni gobiernos estatales. En 2009 no hay principios en la dirigencia nacional, hay recursos, spots, y gobiernos estatales, diputados y senadores. Sí comparamos las condiciones, la operación de Ortega es un desastre.
La advertencia de Ortega de hacer una purga stalinista es la última mueca de un político fracasado y sin futuro, de un rehén de las migajas y de la politiquería, del vulgar pragmatismo, del 2 por ciento en los estados.
Jesús Ortega debe irse pues la traición no es un principio valido, y no hay virtud en el servilismo.

III. La derrota de los fundamentalistas del anti lopezobradorismo.

Oscar Mario Beteta, Eduardo Ruiz Healy, Joaquín López Doriga, Carlos Marín, Ciro Gómez Leyva y otros “comunicadores” hacen una lectura errónea de los resultados electorales del 5 de julio de 2009, cegados por el furibundo anti lopezobradorismo que practican vuelven a machacar que AMLO es uno de los “principales perdedores”.
No ubican que el 5 de julio no perdió el PRD de AMLO sino el PRD de los Chuchos, ese personaje que ellos mismos pintan como la izquierda bonita, decente, socialdemócrata, no rigosa, no violenta, la izquierda buena…o mejor dicho la izquierda cómoda al poder.
No ubican que dónde AMLO hizo campaña por el PRD como Iztapalapa, todo el DF y Tabasco, el PRD ganó… no advierten que el PT y Convergencia mantienen el registro nacional y la posibilidad de ser la plataforma de un frente electoral de izquierda en 2012.
La derrota en 2009 es para Felipe Calderón y su guerra inútil, el voto de castigo es a las políticas depredadoras, el voto fue contra la crisis económica interminable.
¿Cuál será el grado de interlocución de los Chuchos ante los dueños de los medios de comunicación? Ahora Ortega no les garantiza nada, pues de la bancada del PRD los diputados federales de mayoría provienen del DF, Tabasco y Michoacán, es decir los Chuchos tienen si acaso el 5% del 12% obtenido por el PRD, es decir su incidencia es nula o similar a la del PANAL.

IV. El voto nulo, traducirlo en candidaturas ciudadanas.
Un porcentaje de ciudadanos en un 5% a nivel nacional y 10% en el DF anulo su voto. Este hecho representa una opinión que hay que tomar en cuenta, independientemente de la intención política de algunos de sus más fervorosos promotores. Habría que articular un movimiento progresista alrededor del voto nulo, y traducirlo en demandas concretas: el derecho a candidaturas ciudadanas, que se legisle el referéndum y el plebiscito, y particularmente el derecho a la revocación de mandato.

V. PSD al basurero de la historia.
El Partido Social Demócrata se consumió en tiempo record en los peores vicios de la política. Último refugio de tránsfugas de políticos profesionales “de izquierda”, y segunda casa de Los Chuchos, este partido desapareció pues no se puede hacer del oportunismo vocación de mayoría. Mercado, Díaz Cuervo, Pascoe, Rosario Robles y Sosamontes y otros políticos que se han ido del PRD “por no compartir las formas y los vicios clientelares” y que les encanta “organizar la izquierda” desde un Sanborns, ahora ven pérdidas las prerrogativas, pues de la moda intelectual no se construye fuerza política real. Se fueron del PRD para reproducir en otros organismos las formas viejas de hacer política.
El PSD como fuerza política fue otro de los instrumentos para quitar votos a AMLO en 2006, ahora la oligarquía los ha olvidado pues ya no son necesarios. El PSD y toda la izquierda domesticada se habrán de ir al basurero de la historia, pues al país no aportaron nada.




René González

jueves, 2 de julio de 2009


¿Votar contra el enemigo principal?
Enrique Dussel*

En los debates por quién hay que votar”, cuando ninguna candidatura llena los requisitos de un inequívoco compromiso a favor de la justicia, se han esgrimido argumentos por el “voto en blanco” o por el votar al “mal menor”. Deseo dar otra posibilidad de voto, a favor de un voto más útil (ya que los otras das posibilidades se me aparecen como votos inútiles o perdidos).
Leyendo una obrita, no muy comentada, denominada Teoría del partisan, del gran pensador político Carl Schmitt, razonadamente proclive al apoyo del liderazgo nazi en Alemania, al menos en el comienzo de la década del 30 del siglo pasado, creo haber encontrado una veta argumentativa no usada en el indicado debate presente.

Schmitt dio unas conferencias (que fueron editadas bajo el título indicado) en 1962, al final de la dictadura franquista en España, refiriéndose a los heroicos partisans, guerreros populares, que se enfrentaron a los 250 mil soldados napoleónicos que ocuparon la península ibérica en 1808, que en proporción de uno a 10 derrotaron al primer gran ejército moderno.

Karl von Clausewitz, cuestión que trata originalmente Schmitt, escribió su gran tratado Sobre la guerra, a partir de esa experiencia de un “pueblo en armas” (que dos siglos después hemos visto una vez más en obra en Irak) y con el mismo resultado que Clausewitz anticipa: un “pueblo en armas” estratégicamente vence al ejército en regla normalmente. El gran estratega alemán, emulando al tratado chino del Sunzi, enseña que aunque débil en apariencia los partisans, por su conocimiento del terreno, por el elemento sorpresa, por camuflarse en el mismo pueblo, por ser menos costoso y por muchas otras razones, es invencible. Los generales del Pentágono olvidaron de leer en la actual guerra de Irak la segunda parte del libro de Clausewitz sobre la “defensa estratégica” como modo de ataque. Hubiéranse evitado una derrota.

Schmitt se ocupa entonces de los partisans españoles, pero después de los rusos, que nuevamente derrotaran a Napoleón, los polacos y muchos otros. En esa obrita, notable en este hombre de derecha pero inteligente, estudia a Lenin, Mao Tse-tung, Tito y muchos otros. Leyendo una de las obras del gran partisan chino, que practicó en La Gran Marcha la indicación estratégica del nombrado Sunzi, sabía que si el “enemigo es fuerte debes antes debilitarlo”, nunca enfrentarlo. Y así, leyendo y leyendo llego a una frase que me impacta: “En la guerra hay que, primero, preservar al propio ejército, y, en segundo lugar, destruir al ejército enemigo”. Fue así que se me ocurrió, desde la doctrina de Schmitt del amigo-enemigo preguntarme: ¿dónde se encuentra en el enunciado de ese principio estratégico el “enemigo principal”? Pareciera obvio que el enemigo principal es aquel cuyo ejército hay que destruir, porque la victoria estratégica se alcanza al vencer al enemigo. Sin embargo, me surgió una duda.

¿No es el primer fin de la guerra “preservar al propio ejército”? ¿Acaso no indicó Kemal Ata-Turk que lo primero era salvar el propio ejército, derrotado por ingleses y franceses cuando ordenó la retirada hasta lo más inhóspito e inalcanzable de la Turquía actual para preservar su ejército? Y, en efecto, habiendo mantenido su ejército recuperó el territorio de Turquía, que es lo poco, pero lo vital, que le quedó del inmenso imperio otomano.

En política el ejército es como un partido político. Cuando un político, más cuando pretende ejercer el liderazgo, no descubre que necesita del ejército (de un partido) para vencer a los enemigos, deja de tener la posibilidad de llegar a la victoria, porque no tiene una organización que luche a su lado. Se ha suicidado. Lo primero es recuperar su partido si lo ha perdido, y en esto consiste la “finalidad principal”. De poco valen infinitas escaramuzas contra el enemigo si no se cuenta con un ejército en regla. Y si no se cuenta con dicho cuerpo bien pertrechado se llegará al “encuentro” (a la “batalla”, diría Clausewitz, y en la política: a “las elecciones”) vencido de antemano. Pero éste es un corolario que no toca de lleno el tema sobre el que estoy reflexionando.

¿Quién es entonces el “enemigo principal”, el ejército enemigo o el que destruye el propio ejército? Destruir al ejército enemigo es la finalidad última, pero en cambio sería el “enemigo principal” el que destruye el propio ejército, porque destruye de cuajo toda posibilidad de futura victoria, al quedar indefenso y sin instrumento alguno para entablar la guerra. La conclusión es clara y simple.

El “enemigo principal” en política, en primera instancia, es la quinta columna interna que destruye un partido, que le quita su fisonomía, su personalidad, su estrategia, su teoría. Siendo, por ejemplo, un partido de izquierda debería ser crítico, debería saber jugar la “oposición” de manera democrática, inteligencia, desde una teoría, desde un proyecto alternativo, lúcido, perfectamente detectable hasta por los más simples y honestos ciudadanos. El que olvida toda ética, todos los principios normativos de la política, y sobre todo siendo miembro de un partido de izquierda con vocación popular, de compromiso con las víctimas (mujeres dominadas por el machismo, ciudadanos de razas no blancas, pobres, marginales, campesinos, indígenas humillados durante cinco siglos que traicionaron en la ley indígena, obreros explotados y en la incertidumbre del despido, etcétera); el que olvida esas masas indigentes que constituyen 50 por ciento del pueblo mexicano debajo de la “línea de la pobreza” de Amartya Sen, y pretendiera ser dirigente de dicho partido de izquierda para ubicar nepotistamente a sus familiares, amigos, miembros del grupo que sólo piensa en candidaturas para embolsar jugosos salarios y apropiarse de la riqueza pública de un pueblo… éste es el “enemigo principal”.

Votar contra ese enemigo principal es el voto más útil; es muy valioso. El que adopte esta posición puede que sea juzgado por ciertos intelectuales de inventar argumentos sofisticados para ocultar posiciones populistas, populacheras, equivocadas. Pienso, sin embargo, como decía mi buena madre (muy práctica, con sólo escuela primaria, pero inteligente): “Votar en blanco es votar en contra”. Es decir, es un votar “en contra” de lo que debiera haber votado. Por el contrario, votar en contra del enemigo principal del partido de izquierda es perfectamente justificable, inteligente y concuerda con el arte de la política, y de una política con principios normativos.

De todas maneras, en cada lugar, en Oaxaca, Guanajuato o Puebla, o en la delegación Álvaro Obregón o en Iztapalapa, cambian las circunstancias y también el enemigo y su importancia. Por ello, es imposible dar un consejo concreto para toda circunstancia, aunque es posible enunciar criterios generales de orientación. Será muy frecuente poder usar el criterio que hemos propuesto dando más peso al oponerse el enemigo principal que al “mal menor” o “votar en blanco”, como en Iztapalapa, por ejemplo. Los pequeños partidos, los que en verdad están decididamente apoyando las causas populares, podrían ser los candidatos por los que pudiera votarse, para inclinar la balanza de la protesta contra los partidos grandes, que son por el momento los enemigos en general de la política honesta, y en el caso particular del mayor partido de izquierda habría que detectar al enemigo principal entre los candidatos, y no votar por ellos, sino por los de los indicados partidos pequeños.

Es una elección difícil, y decidir desde principios normativos es igualmente complejo, pero posible. El debate que se ha entablado ha sido insuficiente, pero hubo alguno y esto es positivo. Una elección no es la esencia de lo político, pero es un momento importante que hay que jugarlo con inteligencia estratégica, y donde el error práctico es simple posible, dada la incertidumbre propia de toda política.

* Filósofo
1 Palabra francesa usada en su contenido semántico que después será remplazada internacionalmente por la de “guerrillero”