martes, 16 de septiembre de 2008

El 15 de Septiembre de 2008.


15 de septiembre de 2008 o el Corazón de la Patria en nuestras manos.
Por René González.

Una hectárea, tan solo una hectárea de cemento gris alberga un desparramado Corazón, un Corazón que yace herido y sangrante al lado de un cuerpo olvidado, que penosamente es carcomido por el cáncer circular de la codicia y la traición.

Señoras y Señores, este 15 de septiembre hemos sido testigos del trasplante del Corazón más grande de la historia, el Corazón de la Patria que encontrará un nuevo cuerpo y espíritu, porque así lo ha decidido su pueblo.

El Corazón de la Patria ha vuelto a latir, esta vez con una fuerza incontenible, que se propone bombear esperanza y sangre libertaria a todos los rincones de México.

Ni la marcha dónde Cuauhtémoc arribó al Zócalo con la Corriente Democrática después de abandonar al PRI, ni aquella tarde lluviosa de 1988 dónde Heberto anunciaba a sus seguidores del PMS que había declinado por Cárdenas en aras de la posibilidad electoral de derrotar al PRI, ni el cierre de campaña del FDN en 1988, ni las protestas multitudinarias contra el fraude electoral de esa época, ni la gran marcha ciudadana para parar la guerra contra los indígenas de Chiapas en enero de 1994, ni el gran despliegue de la marcha zapatista del color de la tierra en 2001, ni la algarabía de un millón de personas que paró el desafuero en 2005, ni la frustración del millón de personas que hizo del corredor Zócalo- Reforma una escuela de cuadros para el futuro en 2006. Momentos de la historia política reciente sin duda genuinos, trascendentes, cuyo protagonista ha sido un pueblo que sabe que su única herramienta contra el poder es la movilización pacífica. Me crean o no en ninguno de aquellos hermosos días se había conquistado un silencio tan estremecedor como en la noche de este 15 de septiembre…

Asistimos al funeral del falso patriotismo, de los ridículos silbatos, gorritos, y huevazos de confeti; del mamarracho con sombrero de chile relleno que tira plomazos al cielo tricolor y que ahogado en alcohol grita Viva México Cabrones, personaje que por cierto tan ha modo va con la frivolidad con que la televisión y el gobierno en turno celebran la Independencia de México; este es el fin de la historia oficial y simplista, porque la historia la ha tomado nuevamente el pueblo entre sus manos. Y la historia está más viva que nunca.

Si esto fuera una crónica de un concierto lo central estaría en describir el “mano a mano” musical. En una esquina: “el Buky”, dos o tres toneladas de audio, decenas de camiones de publico panista acarreado -del tipo de los que asisten a que les indiquen aplaudan cuando el letrero diga “Aplausos”-, en los estudios de televisión, y la parafernalia tecnológica propia de U2; y en la otra esquina: un mariachi la verdad estilo Garibaldi o sea de los buenos, y un coro infantil, si imagina un coro de niños contra el autor de “No hay nada más difícil que vivir sin ti”, además con un equipo de sonido apenas audible. El mariachi toca “el Rey” y logra el encore, “el Buky” no. El coro canta el “Cielito Lindo” y logra el encore, “el Buky” otra vez no. El mariachi y el coro tienen de su lado –nada más-, un pueblo de pie, “el Buky” no. El mariachi y el coro son acompañados en sus interpretaciones por el irrefrenable rumor de la dignidad, “el Buky” no. ¡Es el felling maestro, el felling!

“El Buky” se queda sólo ante las cámaras de la caja idiota, que paradójico, quizá de entre los cientos de miles presentes no pocos invertirían sus ahorros para escucharlo en el Auditorio Nacional, pero esta noche simplemente le dan la espalda. Se ha roto el record guines del músico “popular” que quiso “cantar” ante miles que le dieron la espalda, claro que sí. Encore mata playback. Dignidad mata superficialidad. Convicción mata billetes. “El Buky” sale por la puerta de atrás.
Vamos a hacer un silencio, vamos a reinventar el Corazón de la Patria, este Corazón olvidado de la Patria. Vamos a hacer un vacío, vamos a dejarlos hablando solos como los locos, en su fiesta, cuetes y besamanos. Vamos a dejar que hagan esas muecas disfrazadas de sonrisas ante la televisión, esas muecas nerviosas…muy nerviosas.

La hectárea más viva de México, la de campamentos, marchas, mítines; la de bailes, conciertos, ferias; la de desfiles, torneos, y exposiciones; la de las decenas de personas que todos los días se quedan a ver a las seis de la tarde como bajan y doblan la bandera monumental, y la de los que se resguardan a medio día en la sombra del asta. Ese Zócalo recuperado en 1968 por los estudiantes, es ahora una plancha alborozada por la presencia de cientos, miles de voluntades, que se unen para ejecutar un nuevo ritual, para alzar con sus propias manos el Corazón de la Patria, para resguardarlo de los tiempos oscuros.

Mientras a sus pies, a los pies de esa gente empapada pero contenta, se hunden -y no por la lluvia que no para de caer- el Palacio Nacional habitado por un solitario espurio; la Tremenda Corte en una esquina; y unas calles más allá el horrible palacio de San Lázaro, tributo arquitectónico priísta a la sumisión legislativa. Se hunden las sedes de los poderes formales por los pasos de quienes las habitan y arrastran al fango con su propia inmundicia.

La inédita noche del 15 de septiembre de 2008, el Corazón de la Patria se reinventa con un discurso que apunta a otras coordenadas, a la estrella polar que es nuestro horizonte, a la disputa por un Bicentenario que aquí y ahora es demanda que se redimensione no como ejercicio positivista, sí como lucha presente por otras condiciones de vida.

Que más daba que nuestro equipo de sonido fuera apenas audible si cuando López Obrador inició su discurso armamos una gran fiesta del silencio, sus palabras se escucharon fuerte, aunque las hubiera dicho con un megáfono o a capela, pues Señoras y Señores han iniciado los Combates por la Historia.

Los Hermanos Flores Magón, Villa, Zapata, y los héroes anónimos, sí repito Los Héroes Anónimos, todos esos hombres y mujeres que no suben a codazos a los templetes pero que luchan por la Patria desde sus entrañas. Los verdaderos héroes han sido vitoreados en un grito popular que hizo retumbar la Catedral y el Templo Mayor. Y más allá. ¡Patria para el Humillado!

Este grito apenas es hoy una milimétrica grieta que sale del Corazón de la Patria, y que soterradamente se abre paso entre los confines del subsuelo, entre los cimientos de la gran ciudad, el Zócalo es un epicentro del terremoto que está por venir. Los símbolos son nuestros y en adelante no necesariamente serán solo simbólicos pero si serán auténticamente patrios.

Este grito es la respuesta, alegre, firme y pacífica a la grave crisis que vive el país. Si creen que exagero basta ver lo que ocurría en Morelia a la misma hora, ¡Ya no se puede tolerar más la muerte cotidiana de inocentes por la ineptitud gubernamental!

Este grito es el caminar a contracorriente de aquellos gobiernos que llevan al país al despeñadero por haber acumulado tanta injusticia. Y más allá. La descomposición es prácticamente total y este grito es una velita encendida, no para esperar que pase la noche o sólo iluminarla, sino para transformar las cosas. Por eso el grito de la gente no es frente al balcón del espurio, es el grito que clama justicia.

Y nos dieron las diez y nos fuimos, en los túneles del metro la sonrisa había vuelto a la gente, y las consignas eran la contraseña en el torniquete, eran el boleto, el pasaporte, para sumergirnos en las carnes maduras de la Vieja Ciudad de Hierro.